Nunca me he considerado una
persona supersticiosa. Nunca he creído en fantasmas. No creo, o más bien, debo
de corregirme, no creía que pudiera ser perseguido por un ser sobrenatural.
Desafortunadamente, estaba mal.
Hace dos meses un hombre me contrató para ser su director
escénico personal. ¿Su nombre? Arthur Kipps, y como desearía no haber aceptado
el trabajo…..La verdad es que no tenía idea de lo que iba a pasar (¿cómo iba a
tenerla?). Era un trabajo, en mi opinión, común y corriente. Pensé, muy en el
fondo, que el señor Kipps era un hombre que tenía el sueño fallido de ser actor
y no dudé ni un segundo en ayudarlo.
Ese fue mi primer error.
Todo comenzó en una tarde tranquila. Me hallaba retrasado
y cuando llegué al teatro en donde habíamos acordado vernos, el señor Kipps estaba
leyendo su obra. Una obra muy interesante debo decir pero algo le faltaba. Era
él mismo quien no tenía los ánimos. Leía la obra de una manera lenta y
aburrida, casi como si no quisiera hacerlo. Ojalá esto hubiera sido cierto.
De una manera u otra terminamos haciendo la obra, yo
representándolo a él y él representando a todos los demás personajes. Era algo
muy sencillo, sin transcendencia en realidad; o al menos, eso yo pensaba.
Durante todo el tiempo que actuamos, jamás se me ocurrió que ésta pudiera ser verdadera.
Claro, Arthur me había dicho que todo esto le había sucedido a él, pero debo
admitir que no le creí.
Mi segundo error.
La
obra trataba del señor Kipps quien iba en busca de un testamento a un pueblo
remoto en una casa abandonada. Durante su estancia ahí, el señor Kipps
experimenta cosas extrañas. Lo cierto es que, sin saberlo, se estaba alojando
en un pueblo embrujado que era cazado por Jennet Humfrye; o como era conocida
ahí: la dama de negro.
Según cuenta la obra, Jennet Humfrye era una madre
soltera a quien le habían quitado su hijo. Después de la muerte de éste, Jennet
se ahorcó y desde entonces vengó su muerte y mató, de una forma u otra, a todos
los niños y niñas del pueblo.
Si yo hubiera sabido de qué se trataba la historia, debo
admitir que no estoy tan seguro de que hubiera aceptado el trabajo. Sin
embargo, yo no sabía de qué se trataba la historia. De hecho, estaba totalmente
en blanco. No sabía quién era el señor Kipps, no sabía con exactitud qué era lo
quería y, como ya he dicho antes, no sabía de qué se trataba la obra.
Tercer error.
Para cuando terminamos la obra, se había sumado una
persona más al elenco. En mi ignorancia, e inocencia, yo pensaba que era una
amiga del señor Kipps a quien él había invitado para personificar a la famosa
‘dama de negro’. Desgraciadamente, cuando le mencioné esto, él me dijo que no
había invitado a nadie. Que sólo éramos él y yo. ¿A caso estaba alucinando? ¿No
había visto claramente a una mujer vestida de negro personificar a la dama de
negro? Si el señor Kipps no había invitado a nadie entonces, ¿qué estaba
haciendo ahí esa mujer? O mejor aún, ¿quién era?
No fue hasta ese momento que el señor Kipps me contó el
resto de la historia. Cuando terminó todo y cuando él finalmente huyó de ese
pueblo maldito, el señor Kipps regresó con Estela y se casó con ella. Tuvieron
un hijo y todo parecía ir de maravilla. Por lo visto, el destino (¿o he de
decir la dama de negro?) tenía otros planes.
En un día soleado, el señor Kipps decidió ir al parque
con su hijo y su esposa. En un momento de diversión, la señora Kipps y su bebé
se subieron a una carreta que daba vueltas por el parque. Todo parecía ir bien
cuando, de la nada, la carreta se volteó e inmediatamente el bebé se murió. Fue
un accidente, muchos dicen, pero el señor Kipps, cuando vio a la mujer vestida
de negro, supo que eso estaba lejos de ser un accidente.
Salí huyendo en ese mismo instante del teatro. Vagabundeé
por las calles de Londres tratando de meditar lo sucedido. Me tomó unas cuantas
horas finalmente decidirme en irme a mi casa y unas cuantas más en llegar.
Este fue mi cuatro y último error.
Cuando llegué mi hija se hallaba muerta y la policía ya
había llegado. Fui con mi esposa quien estaba hablando con un oficial y las
únicas palabras que oí fueron las siguientes. Todavía las recuerdo como si
fuera ayer:
-Todo estaba bien. Me volteé por un segundo y vi a una
mujer vestida de negro, cuando volteé a ver a mi hija otra vez, estaba tirada
en el suelo con un charco de sangre rodeándola.